lunes, 25 de abril de 2016

LAS HOJAS DE PACHA (14)

LAS HOJAS DE PACHA (14)

A nadie he contado que la Vieja Pacha es de esas mujeres que jode por todo, si alguien dice que recoja las hojas de la calle, entonces la caprichosa las deja ahí por siempre, luego viene el marido, ve hacia todo lado como león herido y empieza a barrer con fuerza, hasta partir cada escoba, y la vieja se incomoda pues el valiente inicia a vociferar con los vecinos. Es que tiene una mujer puerca que sólo hace aseo cuando el rey llega a casa con unos cuantos limones y la cara larga.

Entre joda y joda, la Vieja se hace detrás de la puerta y arma  berrinchera hacia adentro, grita con fuerzas y empieza con muecas y saltos que nos hace orinar de la risa, la amiga de la vieja es una señora que viene de vez en cuando a colaborar con el aseo, ya tiene algunos achaques por necia y media, pero todavía se le mueve la cintura y tiene al viejo en cama, fregado de tantas ganas viejas, pues todo el día trabaja, pero en la noche el vago espera respuesta.

Hoy nos dimos cuenta de todo, nos mojamos los pantalones al ver a ésta vieja cómo saltaba ante cada gruñido, su rostro encendido a punto de infarto, pero no se quiere morir, le hace gestos también a la vida y se le esconde a la parca desnuda.

Luego del ruido, las miradas de los vecinos, pero no dicen nada, se incomodan y la vieja Pacha busca el libro viejo en donde guarda sus historias y una a una empieza a leerlas, ¿valió la pena?, ¿de qué sirve un café caliente si luego se agria en la boca y nos hace rechinar los dientes?, luego recordó que los dientes eran prestados, ya ni sentía ese raro dolor de otros días, se habían ido uno a uno y se ajustaban en el pecho esos sonidos, que parecían reventar su boca al dormir y apretar el corazón al despertar.

Vio de frente a una imagen en su mesita, era un rostro enojado o triste, la mirada húmeda, la media barba rojiza, un camisón largo hasta el piso era cubierto por una especie de bufanda roja y entonces olvidó todo, un Señor escuchaba cada sonido de su caudal, el malestar se fue como el aguacero de hoy, sólo quedó el árbol más verde y  las hojas más húmedas, lo que fue ayer, la vieja lo olvidó, pues le importa éste segundo, le interesa la semilla que germinará y el cuidado que ha de tener de ahora en adelante al caminar.

Ya no jode, ¡es más!, ya no habla, los labios se cosieron por dentro, más un río se encauza por sus ojos y se va cada gota de rocío junto a la mirada de la estampita, van a dar con esa paz que se siente cuando estamos obrando el bien, pero nadie se entera porque así ha de ser, luego nos damos cuenta que no se ha crecido, el mar sigue ahí pero nosotros nos vamos sin hacer ruido, entre cada ola y regresamos a la playa a dejar toda la sal, y a recoger la que se había quedado en el camino, así, morenas y calmas, pareciendo hojas secas bajo un roble florecido. 

Raquel Rueda Bohórquez

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FLORES DE TRINITARIA (15)

FLORES DE TRINITARIA (15)

A ese ramillete de flores
Le debo el alivio de una tos.
Ese ronquido que ahogaba,
Se fue lejos por su labor.

Agua en infusión
Con flores de trinitaria;
Luego me contarán con razón,
Que en la garganta nadan ahora
Versitos de amor.

Después no dejará de florecer…
Será para el campo una ilusión,
Y para los colibríes su estación.

Flores de trinitaria en mi balcón,
Una divina razón
Para agradecer por mis cansados pasos,
Pero más que todo,

Por ese perfumar ausente
Que guarda en el corazón.

Raquel Rueda Bohórquez

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lunes, 11 de abril de 2016

SUEÑO EN EL PORTAL (16)

SUEÑO EN EL PORTAL (16)

A ese balcón, a esa ventana con la luz encendida; a ese gato negro en la oscuridad, con sus lámparas vivas esperando la noche maúlle un verso de amor para él; a ese sueño de amor, el más grande y completo de todos los sueños; a esa mujer tocando a la ancianidad que ve por su propio balcón cómo penetran los rayos del sol y acarician su vida y la de otros.

Después de todo, los sueños son una película corta, tenemos que soñar pasito y no tocar los ideales ajenos. Hay asuntos prohibidos que sólo el alma conoce, pero somos necios en amar, necios en ver hacia la ventana ajena; somos perversos en ajustar nuestro puño en el pecho de otros, y luego, cual espada que hiere, apretarlo fuerte en ese lugar donde ayer nos espinaba y nos dolía demasiado la vida; más siempre, las heridas más graves vienen de los seres más amados y nos cruzan con su espada hasta la muerte.

Ayer soñé que un brazo pequeño se quemaba, luego pienso que ha de ser que vienen alegrías volando en medio de luces que tocan cada estancia, y te veo vestido de negro, con ese coqueto mirar, esperando para arañar con ganas un poco de contento, en alguna noche, sobre un tejado que nos sea propicio para amarnos cual dementes hasta el amanecer.

Los rayos parpadean…, la ventana sigue abierta para ti, poco dices, pero en cada verso te hallo, en cada letra se conjuga el amor, el verbo más sublime, y recuerdo las espinas del ayer; me doy cuenta que la envidia es un veneno que carcome. Ver a otros bien daña nuestro interior, y proclamamos a Dios, doblamos las rodillas de manera repetida, pero en ese mirar que penetra la carne, se descubre la maldad que se disfraza de amistad, luego siguen corriendo perlas pálidas entre los dedos, ¡María Santísima!, ¡Padre mío!, ¡Espíritu Santo ven a mí!, pero ya hemos colocado cerrojos, para que no penetre la intensidad de su luz que sana todo mal.

Han encendido todas las luces de cada ventana, mi espera es de gradas que van hacia tu corazón, de par en par. Viéndote venir, el corazón ajusta sus campanas, mi rostro es una amapola encendida.

Parece que soy una niña de nuevo, temo correr, ¡me puedo quebrar!, entonces me quedo en el muro donde se crecen los girasoles más dorados, levanto el rostro para verlo a Él y verte a ti, amor mío, con esa bonita sonrisa plena, que hace volar a una gaviota herida, quien en vez de espantarse, se refugia en ti cada día.

Raquel Rueda Bohórquez

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