Empuñé entonces un lápiz y lo herí
Hasta suplicar que no escribiera más su historia,
Porque cuando corrí, no lo hice por cobarde,
Sino que de valiente, salvé mi vida de sus garras,
Y me levanté de las cenizas,
Ante ese denigrar salvaje
Que marcó mi pequeña novela
Y me dejó una herida salvadora en el alma.
Raquel Rueda Bohórquez
3 11 16
No hay comentarios:
Publicar un comentario